Thursday, November 27, 2008

La Planta de mi Sueño Stereo

Sabe a savia por mi cuerpo. Como oro de Acapulco voy preparándome
No sé qué me pasa…. Ya no puedo volver...

Soda Stereo; Album Sueño Stereo; Cancion: Planta.


Me resisto a empujarme a otro juego de azar. Me rehusó a adquirir piel de borrego, dejarme manipular por la tranquilidad de la masa, volver a ser quien fui. Sé quién soy y conozco el lugar a donde voy. Sí lo admito soy y seré un simple humano, un ciudadano mas que consume, otro capitalista mas, en pocas palabras, un hijo de la chingada (o para que me entiendan algunos) un forro de mierda. Pero esta noche comienzo a despojarme de mis preocupaciones. Me conozco bien y sé que mañana nada me importara, ¿qué puede angustiarme a 33 mil pies de altura volando hacia el sur del ecuador? Esta noche previa a mi viaje vuelvo a descubrir el silencio. Los viejos recuerdos desaparecieron al filo del medio día, y a penas atardeció mi cabeza se comenzó a llenarse de posibilidades. Fue fácil poder imaginarme como alguien inaudito e insólito, impredecible y emocionante, oportunista y exclusivo. Con la última noche llego el poema del vuelo, el aliento del viaje, el ruido de las turbinas, la ingravidez del ser y las promesas del futuro. Es fácil poder dejar atrás los malos momentos, los achaques del cuerpo, los problemas económicos, las preocupaciones, los miedos, los horrores, las ansias… Hoy día los preparativos para llegar al aeropuerto sin haber olvidado nada, mañana mi viaje a Buenos Aires y pasado mañana una situación nueva. No me importa las mas 18 horas de vuelo ni tampoco los posibles retrasos, o la incomodidad del viaje, el mal humor de las flight attendants; lo único que me importa es poder sentirme en Buenos Aires.

Regreso a Buenos Aires a pesar de nunca haber estado allá. En realidad creo siempre haber estado ligado a Buenos Aires por medio de las canciones de Soda Stereo, Miguel Mateos y otros rockeros de los 80’s, y luego después por mis lecturas de Borges, Cortázar, Casares. Me atrevo a pensar incluso que Buenos Aires puede tener una idea de quién soy yo, o al menos imaginarme. ¿Y porque no?

En realidad, Buenos Aires y tanto el país Argentina nunca me llamo la atención. Geográficamente la capital argentina siempre me pareció distante, inaccesible todavía más desde del sur California. El único contacto que tenia con la cuidad era gracias al rock ochentero, mi fascinación por la literatura argentina en los últimos seis años, y por supuesto por el fútbol –y con esto me daba por servido. Sin embargo tantos viajes a Europa y recientemente al norte de África me habían creado una necesidad de viajar a diferentes partes del mundo empezando por el continente americano. El enfoque de mis viajes siempre ha sido callejear, tener la primicia de caminar entre gente común y corriente de usar el transporte público y sentirse parte de la urbe. Claro que últimamente mis viajes tenían el sentido de la búsqueda, una decisión que tome cuando viajaba en tren por Marruecos y de la cual estaba satisfecho.

Viajaba a Buenos Aires para buscar el gato calculista pero también para revalidar mis orígenes, digamos que mi ontology –todo aquello que constituía mi existencia, mi modo de ser, o mi Being in general. Buenos Aires era la cuna de los rockeros que escuche cuando era joven y de los escritores que había leído recientemente, así mi viaje era un retorno a un sitio donde siempre estuve ligado, la cuidad donde estaba las raíces de mi planta o en otras palabras parte de mi sueño. Me hacía ilusión poder ir y sentir el ámbito de la cuidad, persuadir mi espíritu y encontrar líneas de creatividad. Me atrevía a pensar incluso que Buenos Aires anhelaba mi visita después de todo era el mejor de sus pupilos, regresaba a los barrios de la cuidad para revivir muchas de las canciones y para poner en práctica todo lo que había aprendido en los últimos seis años. Tenía los meritos para insinuarme como el mejor de los pupilos del rock argentino. Claro no del todo el rock pero si de lo más trascendental; el rock ochentero que llego a mis oídos cuando era un chico de apenas 11 años. Incursione en muchos grupos y cantantes de rock; para ser verdad me gustaron todos aunque ya de viejo me quede con lo mas esencial: Soda Stereo y claro después Cerati. Nunca fui o seré el fan numero uno de Soda Stereo, pero si soy uno de los pocos que todavía siente las canciones como la primera vez que las escuche. A demás presumo de ser el único de mis amigos que había sobrevivido el holocausto de la vida rutinaria; mis amigos se habían conformado con la colección de discos, poder ir a conciertos y poder cantar las canciones junto con otros. Yo por mi parte creía que el verdadero propósito del rock argentino, en este caso Soda Stereo, Miguel Mateos, Fito Páez, es inquietar, estimular y persuadir. Este último comentario por supuesto es muy personal, pero que validaba día tras día, viaje tras viaje, metamorfosis tras metamorfosis con mis actos, mi always evolving persona, y mis ganas de salir a enfrentar el mundo como el cualquier chico de la calle sin obligaciones. Ahora con mis tantos años encima continuaba inyectándole a mi espíritu las mismas canciones. Ya no tenía la misma inocencia por supuesto, pero al menos tenía la certeza de lograba tener una dualidad que me permitía ser un hombre normal y corriente y un individuo multifacético dispuesto a estar en búsqueda continua.

Toda esta meditación me hace creer que Buenos Aires me espera. Si finalmente regreso, y con este retorno no pretendo resolver mi vida, este enigma ha sido resuelto hace tiempo, sino al contrario iba a Buenos Aire con el fin de revalidarme con todo aquello que escuché y leí.

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