Saturday, November 29, 2008

Un hombre alado extraña la tierra

En sus caras veo el temor
Ya no hay fabulas en la cuidad de la furia
Soda Stereo; Album: Doble Vida; Canción: La Cuidad de la Furia

Llegue a Buenos Aires con cinco horas de retraso, por diferentes razones todas culpa de la aerolínea que elegí para volar –por supuesto. Mi primera experiencia buenosairence después de los controles migratorios y aduaneros fue con el taxista particular que contrate por Internet para que me fuera a recoger (o para que me entiendan algunos para hacerme el ‘transfer’ del aeropuerto al hotel). De toda la multitud de rostros que esperaban por viajeros, él era el único con el rostro eternamente fastidiado, cinco horas esperándome le habían destrozado la amabilidad, cruzado de brazos me recibió con un corto «hola», extendió uno de sus gordos brazos para ayudarme con mi maleta –no porque quisiera ayudarme sino porque le urgía largarse del Ezeiza. Con su barriga corpulenta y mi maleta me aventajo fácilmente, me señalo donde estaba el taxi y lo alcance cuando cerraba la cajuela con mi maleta ya adentro. Una vez en el auto rumbo a la ciudad platicamos de política, los sueldos de los trabajadores, y sobre la ola de calor que azotaba la región, un tema de su preferencia que casi nos llevo a la amistad. Cuando llegamos al hotel estaba más relajado incluso se presento como Luis, me dio la mano, y me deseo una buena estancia.

Una vez instalado en mi cuarto, guarde todo lo importante en el armario, me puse mis Levi’s favoritos, y salte rumbo a la calle armado con mi iPod y mi cámara Polaroid. Bastaron cinco cuadras, un asado y una Quilmes de litro para que Buenos Aires se empezara a desdeñar como el monstruo de cuidad que era. Fue desde la mesa en donde estaba sentado cuando todo dejo de ser fabula y todo se volvió furia. No requería volar para ver la cuidad desde lo alto bastaba con tan solo estar pisando sus calles, percibir sus elementos urbanos y sentirme entre la gente. Pague la cuenta y comencé a caminar embriagado por la Quilmes, por la humedad y por supuesto el momentum de mi primer encuentro con Buenos Aires.

¡Cuidad monstruo, fenómeno, animal libérame! –le comande por medio de un pensamiento psíquico, que tuve la certeza que me entendió.

Tendría tiempo para hacerme viejo y poder mirar atrás para ver los frutos de mi osadía, de mi pecado, de mi insensatez y mi descaro –o como dice una canción por mi apuesta por el rock and roll. Encontrase o no al gato calculista sabía muy dentro de mí que el destino ya no podía dejarme plantado y solo tenía que dar un paso para hacer lo más insólito o mejor dicho lo que antes me había dado miedo.

Había llegado pero más importante me seguía visualizando dentro mi sueño stereo.

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